El amor, en su versión más patética, antinatural y tremenda, pero amor sincero, tiernísimo y profundo, es el hilo conductor de los avatares, intriga y sorpresas de esta obra singular y bellísima, que marca un hito en la novelística de este autor como lo marcaron en su día obras como Edad prohibida, La brújula loca o Los renglones torcidos de Dios.
Cecilia, la joven protagonista, aquejada de una cruel enfermedad mental (que no es incurable, según afirman quienes han descubierto la terapia apropiada), está pintada con mano maestra por fuera y por dentro. Su belleza y su rara y atractiva personalidad están descritas de tal modo que el lector la ve y la entiende. Su padre, el contradictorio y atormentado Alberto Llopis, que roba no pocas veces el protagonismo a su hija, es un ser que muchos considerarán incomprensible pero que está ahí, en nuestra propia sociedad. ¡Aunque muchas veces oculto, Alberto Llopis existe!
Cabe destacar en esta obra el profundo estudio psíquico de los personajes secundarios: Javier Espinosa, el doctor Wasserman, el gángster de la corbata amarilla, la monja cordobesa, el vikingo bondadoso y tantos otros. Y el hecho insólito de que un argumento trágico deje tanto espacio a la ternura, la melancolía y el humor.
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